Nice

Callecita peatonal de NiceLas calles de Nice son una sorpresa, pero una sorpresa conocida. Como si siempre hubiera vivido ahí. O quizás como si alguna vez, en tantas idas y venidas por el Mediterráneo, me hubiera parado allí a descansar, quizás a vivir un tiempo. Los colores y ese acento dulzón que se habla en el sur. La curiosa historia del cañón, que cada mediodía "suena" (hasta hace algunas décadas se disparaba de verdad), porque así lo dictaminó un oficial británico durante una ocupación, para saber cuándo eran las doce del mediodía.

El sol colándose por las calles amarillasDetrás de un balcón se escondía una flor, aquella que me durmió en otro tiempo: calles de prostitutas y barcos, guerras y ataques piratas. El café es exquisito en Italia, pero las boulangeries francesas hacen las mejores facturas, el toque equilibrado entre pan y dulce. En los pequeños comercios de Nice se pueden encontrar ese toque especial, un perfume único y el detalle para que nuestra cocina sea nuestra. La sombra de las angostas calles me hacen soñar la posibilidad de intercambiar vidas con otros, ser por unos días un habitante más de Nice, subir esas escaleras húmedas hasta mi casa por ahí arriba, quizás trabajar en el mercado, o en uno de los tantos comercios. En una panadería o una heladería. Solo por unos días y cuando ya sepa cómo es, volver a viajar y cambiar de ciudad y volver a empezar, otra escalera, otra casa, una ventana a la siesta. Los colores de las paredes me recuerdan siempre que ese, ahí cerca, es el Mediterráneo.

Domingo de mercado en NiceLa magia de los mercados de domingo, también se manifiesta en Nice. Fue una suerte y la casualidad, pudimos ver todo el movimiento natural de una pequeña ciudad, sin artilugios para turistas, algo cada vez más difícil en el mundo actual. La variedad y riqueza de flores era infinita, y el juego de colores me permitió nadar entre los puestos haciendo fotos, con la ventaja de que la gente me ignoraba y no prestaba atención a lo que hacía, algo que en otros mercados no puedo hacer. En el mercado del domingo, la gente más allá de comerciar, juega. Cada cual en su rol pero de manera divertida, se aprecian las mínimas cosas, los gustos efímeros, el sol y las voces alegres. Para festejar eso, me tomé un helado que me ofreció una simpática morena.

dimanche 16 avril 2006