Monaco

Una tarde de lluvia en Monaco, o Montecarlo, que al fin y al cabo es lo mismoMonaco es como Andorra: una isla de contrabando en medio de un estado. El paso de Francia a Monaco es imperceptible, quizás una esquina, un semáforo, algo que no supimos bien. A la salida fue más claro porque siguiendo la carretera había que pasar un túnel, y eso parecía indicar el cambio. Desde la parte alta, la ciudad es realmente pintoresca. Y el clima de ese día le daba un toque especial, con las nubes cubriendo los bosques y casas más altas en el cerro. Había continuas indicaciones al Casino, pero no las seguimos: si voy a una ciudad, no voy a ver casinos ni cosas por el estilo. Pareciera un lugar de visita obligado.

Vista del puerto jet-set de MonacoPero Monaco inevitablemente me hace pensar en el jet-set, ese mundo de mentiras y vividores, lavado de dinero del narcotráfico, armas, y cuanta mierda hay en este mundo. Nunca vi tantos coches deportivos circulando por las calles en un solo lugar: ferraris, porches, lanborghinis, rolls-roices. El lujo como un símbolo de que todo vale, de que los malos siempre triunfan, de que la historia lavó el pasado de una familia de piratas como los Grimaldi y hoy en día tienen su propio estado, el casino hace soñar a los turistas y mostrarse a los ricos del mundo. Monaco de las mentiras, puerto privado para los robos contemporáneos y si algo se ve, que sea el lujo. Me alegré de no vivir allí.

samedi 15 avril 2006