De regreso en Vicenza

Piazza dei Signori, en el corazón de VicenzaCuando uno intenta hacer balance sobre una etapa de su vida, sopesando las cosas positivas y negativas de cada etapa y de cada lugar, generalmente es injusto.

En el caso de nuestra etapa viviendo en Vicenza, la balanza se inclina hacia el lado negativo. Es la sumatoria la que cuenta, más allá de los buenos momentos que nos supimos inventar, de los viajes a Venezia, Verona o Padova, de nuestras salidas en bicicleta y las caminatas por el centro de la ciudad, de las tardes con mis hermanos y mi vieja, o de las alegrías al ver crecer a nuestras sobrinas.

Corso Palladio, la calle principal de Vicenza, hoy en día peatonalLa buena historia de la ciudad para nosotros quedaba oculta en su avaricia humana de las peores, la frivolidad y el engreimiento para olvidar un siglo pasado de pobreza y hambre, cuando el Veneto alimentaba de trabajadores al resto del norte italiano. En Europa, la riqueza cultural de otros siglos sirven para tapar las miserias humanas del presente, cuando la gente pasa delante de ellas sin saber absolutamente nada ni importarle, por qué esas obras están ahí. Ciudad símbolo del norte europeo, ciego hacia un pasado secular de miserias económicas y mentales, mirando fríamente el presente y apenas hacia el futuro.

Vicenza mal sueño, pesadilla industrial ajena, un tiempo nulo, un paso mal dado, un vacío que es preciso completar. Una puerta cerrada desde el principio. Pero por la cual ni siquiera vale la pena luchar. No se trata de renunciar, de rendirse ante una complicación. Pero sí de no gastarse en una cosa que no vale la pena, una sociedad que no me merece, por la cual no hay que desperdiciar el mínimo esfuerzo, la más pequeña energía. Cuando las cosas así están planteadas, es buena idea salir de esas sociedades. Cerrar el círculo, saber que fue ahí, y allí quedará.

venerdì 14 aprile 2006