Excusa para un periplo

El fantástico ''Mapamundi'' de Abraham y Jafuda Cresques, Palma de Mallorca, año 1375, llamado el ''Atlas catalán''
Trazar una línea entre dos puntos no es difícil. Siempre que uno no sea un cronopio que naufraga en los mapas, o se entusiasme con esa curva que pasamos y la hermosa vista del mar, que seguramente no se repetirá en kilómetros. La única oportunidad en la vida de ver ese mar, también esa gaviota era única y no encontraré otra igual en todo el camino.

Mediterránia es una idea del mundo perdida, es esta porción de tierra y mar que un imperio había conquistado hace 2000 años, con pretensiones de unidad. Es "mediterrània" en la gramática catalana, y me suena mejor que la castellana "mediterránea". Actualmente se atiene solo a una designación geográfica toponímica, en su relación al mar, dejando de lado su historia y sus procesos sociales. Esta idea está en parte inspirada en la obra historiográfica "La Méditerranée et le Monde Méditerranéen a l'époque de Philippe II" de Fernand Braudel. Concebir un espacio con una visión de conjunto, la ansiedad holística, la pretensión del absoluto. La concreción de una experiencia onírica de mi juventud: la conciencia de saberlo todo, absolutamente todo. Despertar con esa extraña sensación de haber sentido lo que nadie jamás, la conciencia y sabiduría absoluta.

La princesa de mis sueños, mi Eszter Nácsa, y una flor monegascaEszter siempre a mi lado, desde que nos conocimos, y es un viaje el símbolo de nuestra vida cotidiana, todo su amor y su fortaleza para mantenernos en el camino, siempre atentos a los imprevistos, pero disfrutando con alegría y sencillez cada momento. Su mirada marina consuela mis tristezas, me empuja a seguir adelante, y me sonríe desde el viento de su esencia pacífica.

Una porción de tierra unida en un viaje por autopistas, cruzando fronteras con aduanas hoy en día abandonadas (al menos para el paso de personas), y detrás de las máscaras italianas, francesas y catalanas, una multitud de historias y realidades sociales particulares en un cielo soleado pintado por el Mediterráneo.

Yo, Carlos Lavatelli, en una breve etapa bárbaraEl motivo original del viaje y la excusa era ir a buscar el auto que comprábamos a mi hermano Fernando, pero también estaban las ganas de viajar en sí, conocer ciudades, gente, el deseo de repetir la experiencia que hace algunos años habíamos hecho en diferentes oportunidades por Austria, una vez por Alemania, otra por Eslovenia y Croacia, en nuestro periódico viaje de Italia a Hungría.

Un viaje en auto cruzando tierras me hace soñar la posibilidad de perdernos por algunos años viviendo en una caravan, recorriendo el mundo de un extremo al otro, para adueñarnos de esa sensación de libertad, creer que no existen las fronteras, y vivir con las pocas cosas que en realidad necesitamos.

Pero esta vez era algo concreto y temporal, cuatro días de vacaciones, y de ellos dos para atravesar una parte de Mediterránia en auto.

Las montañas catalanas y la ''macchina'', el Opel Corsa diesel 1.7La excusa para el viaje era este auto, cuatro ruedas que nos permitan volar de las obligaciones, del trabajo y sus rutinas, que nos abran otros colores y un paso en el tiempo, un paseo al aire libre y pensar en la tierra como unidad.

Estas letras son solo eso, un viaje a través de Mediterránia narrado en imágenes y palabras, un cuentito liviano desde algún cielo de Europa.

El vuelo de Íkarus

Los campos inundados por las últimas lluvias desde el aire, ya cercanos a MilanoTodo empieza por un salto. Hay que llegar a Vicenza, en el nordeste italiano, y el mejor modo es volando desde Barcelona a Milano. Las alas del avión brindan una sensación de cercanía, de pertenencia al paisaje. Estamos ahí pero inmersos, somos un detalle que cuenta. Abajo las casitas, el agua resabio de las lluvias pasadas. Al fondo los Alpes, los bordes del cielo, y la tierra húmeda nos saluda desde la cercanía.

Volar el gran sueño humano, desde Ícaro a quien se le derritieron las alas por alcanzar el Sol, a mi amigo Toni*, que vendió cuatro cosas para comprarse un parapente y hacer fotos desde allá arriba. Volar para estar en 45 minutos en otro punto de Europa. Cruzar como un dios el aire para caminar otro suelo, pero siempre la misma tierra. Volar con el cuerpo, mientras los ojos se extasían de azul, de blanco, de aire, de nieve antigua.

dijous 13 abril 2006



* Toni Cabello murió luego, durante el último fin de semana de octubre de 2006, en un absurdo accidente con su ciclomotor.

Milano de los sueños

Naranja el siete. Un tranvía de MilanoUn tranvía naranja como un recuerdo, cuando un hombre joven casi niño buscaba una dirección, la estación que lo llevaría a Genova, desde donde saldría el barco que lo llevaría a la Argentina, una tierra de promesas. Milano después de la guerra, cuando todo debía comenzar de nuevo. Milano de los sueños. Donde llegaban todas las mañanas los rostros esperanzados del sur, a trabajar y armarse una vida de la nada y del frío con las monedas que ofrecía el norte.

Uno de los laterales del Duomo (Catedral) de MilanoEl Duomo como una piedra, esa piedra eclesiástica que aún hoy es tan difícil de extirpar del Mediterráneo. Pero a pesar de eso, grandes maestros del arte universal pasaron y vivieron en esta ciudad que se mueve entre gestos medidos y mujeres hermosas, elegantes pero cercanas, una suma de ángeles cibernéticos que poco saben de figuras griegas, las alas del viento y las dimensiones perfectas del hombre. Milano una sombra, una tarde bajo el sol de primavera y las palomas que solo saben de turistas y la posibilidad de comer alguna que otra miga de pan.

Policías urbanos en bicicleta, un autobús turístico y detrás La ScalaY la Opera imaginada increíble y sin embargo tan sosa desde fuera, para nosotros, simples visitantes externos que no entendemos eso de pagar para ver algo que nos pertenece. La música escondida al pueblo. El símbolo de la distancia entre ellos y nosotros. Para nosotros, proletarios del mundo, solo quedan autobuses de colores, policías que nos vigilen, que nos cuiden, y la Scala gris y muda que nos ofrece su insípida cara para que no podamos ni siquiera disfrutar nuestras cajitas de recuerdos digitales.

giovedì 13 aprile 2006

De regreso en Vicenza

Piazza dei Signori, en el corazón de VicenzaCuando uno intenta hacer balance sobre una etapa de su vida, sopesando las cosas positivas y negativas de cada etapa y de cada lugar, generalmente es injusto.

En el caso de nuestra etapa viviendo en Vicenza, la balanza se inclina hacia el lado negativo. Es la sumatoria la que cuenta, más allá de los buenos momentos que nos supimos inventar, de los viajes a Venezia, Verona o Padova, de nuestras salidas en bicicleta y las caminatas por el centro de la ciudad, de las tardes con mis hermanos y mi vieja, o de las alegrías al ver crecer a nuestras sobrinas.

Corso Palladio, la calle principal de Vicenza, hoy en día peatonalLa buena historia de la ciudad para nosotros quedaba oculta en su avaricia humana de las peores, la frivolidad y el engreimiento para olvidar un siglo pasado de pobreza y hambre, cuando el Veneto alimentaba de trabajadores al resto del norte italiano. En Europa, la riqueza cultural de otros siglos sirven para tapar las miserias humanas del presente, cuando la gente pasa delante de ellas sin saber absolutamente nada ni importarle, por qué esas obras están ahí. Ciudad símbolo del norte europeo, ciego hacia un pasado secular de miserias económicas y mentales, mirando fríamente el presente y apenas hacia el futuro.

Vicenza mal sueño, pesadilla industrial ajena, un tiempo nulo, un paso mal dado, un vacío que es preciso completar. Una puerta cerrada desde el principio. Pero por la cual ni siquiera vale la pena luchar. No se trata de renunciar, de rendirse ante una complicación. Pero sí de no gastarse en una cosa que no vale la pena, una sociedad que no me merece, por la cual no hay que desperdiciar el mínimo esfuerzo, la más pequeña energía. Cuando las cosas así están planteadas, es buena idea salir de esas sociedades. Cerrar el círculo, saber que fue ahí, y allí quedará.

venerdì 14 aprile 2006

Fernando, Anaïs y Cristina

Anaïs mira detrás de sus ojos gatunos, mientras la gata mira detrás de sus ojos anaiséscosPero decir Vicenza también significaba, y mucho más que el resto, saber que allá estaba mi hermano Fernando y su familia, Cristina y la pequeña y mágica Anaïs. Anaïs con su piano y sus gatos, soñando sus mundos de niña donde no hay ni idiomas ni odios ni colores en la gente. Anaïs de los dibujos maravillosos con una facilidad increíble.

Llegar a Vicenza fue un intento por empezar de nuevo, y tener la suerte de tener cerca el gran corazón de mi hermano Fernando. Empezar de cero y saber que ellos nos ayudaban en todo cuanto podían.

Las circunstancias y la evidencia de la realidad, el hecho que nosotros habíamos descubierto después de un año, el saber que en esa ciudad nos secaríamos como así estaba de seca la gente que allí vivía, nos empujó a huir, a buscar una sociedad más amable, más abierta, un lugar donde pudiéramos crecer y desarrollarnos, y no simplemente agregar salarios a nuestra cuenta del banco. Los valores humanos que uno pueda tener, no se pueden desperdiciar dentro de una fábrica, por el solo hecho de llenar la heladera y comprarse un auto. Los límites a nuestra creatividad, son los límites a nuestro propio desarrollo como personas. Y cuánto más, si pensamos en nuestros niños.

Fernando y la gata por sombreroFernando el artista, el pintor casi como los poetas malditos. Mientras vivimos en Argentina, tenía ganas e ideas para pintar, pero no tenía dinero para comprar los materiales necesarios, ni para mantenerse. En Vicenza finalmente ese problema se solucionó. Pero entonces las ideas y la creatividad quedaron anuladas por la misma razón por la cual la heladera estaba llena: el trabajo y la cuenta del banco que había que mantener equilibrada.

La necesidad que aguza el ingenio, hasta que es satisfecha. Y luego nos adormilamos creyendo que lo principal está cubierto. Pero es entonces cuando comenzamos a pensar alternativas, porque sabemos que la fábrica (o la oficina, o la escuela) no puede ser para siempre, ni queremos que así sea. Buscar nuevos caminos, nuevas maneras para que la heladera no quede vacía, pero que no nos sequemos por dentro para tal fin. Nuevos caminos para permitir que la familia de gatos siga jugando, porque después de todo para eso estamos en esta vida ¿O acaso no es así?

venerdì 14 aprile 2006

La Italia del norte

Monumento a Vittorio Emanuele II, en la Piazza del Duomo, MilanoEl norte y sus muchos rasgos de unidad cultural. Tan lejano de ese sur, ese otro mundo mediterráneo, griego, romano, sarraceno... mafioso. Parte de una unidad jurídica estatal que después de siglo y medio aún duda de los límites de dicha entidad. Un norte con su maraña de dialectos que se resisten a perderse en la imposición escolar y televisiva del italiano oficial, que en origen no era más que un dialecto toscano, la lengua de Firenze, que por convención intelectual y por supuesto política, se impuso como lengua oficial de la naciente unidad italiana de la segunda mitad del siglo XIX.

Escultura a Leonardo da Vinci en la Piazza della Scala, MilanoCuna cultural de grandes artistas y pensadores, el norte italiano es Europa y por extensión es Occidente. Maestros de la música, ingenieros, arquitectos, pintores y escultores surgidos en las escuelas fiorentinas, milanesas, genovesas y venecianas aportaron su creatividad y maestría al arte y conocimientos de toda la humanidad.

Interior del castello di Milano; dicen que aquí se desarrolla una de las historias de ese famoso best seller que no leí ni pienso leerPero aunque en Italia se insista en esto, más por razones de imagen exterior y un enfoque casi exclusivamente turístico, la realidad cotidiana es de un estancamiento y un conservadurismo en todos los niveles, una cultura actual que de innovadora no tiene nada. Amarrados a su idea del mundo, su admiración por lo "americano", sus industrias ya obsoletas y su dependencia tecnológica, Italia desde su modorra camina desde hace unos años un paso más lento que el del resto de Europa. Ya queda claro que no es el Sur el "culpable" de los problemas italianos y del fracaso industrial.

La luz y perfección que irradió el norte italiano en otros siglos, hoy en día es solo una cartilla más para turistas jubilados del primer mundo. La vida cotidiana y la gente de la calle, se cierra cada vez más en su egoísmo y banalidades, donde lo primordial es el telefonino (teléfono móbil) y la macchina (auto).

Jóvenes turistas durmiendo bajo el sol de MilanoEl norte, la tierra de mis abuelos, casi como una defraudación, un desengaño, como si parte de mis raíces me rechazaran porque no pertenezco, no soy parte, soy el extraño, el "extracomunitario" que aunque no lo fuera en el sentido jurídico y el sentido primero está relacionado a la ciudadanía europea, me lo hacían sentir en el sentido social: el no perteneciente a la comunidad. Surgidos de sus guerras y sus miserias económicas de otros tiempos, hoy en día Italia camina altanera, ignorante del pasado, creyendo que siempre será así, que todos los caminos conducirán siempre a Roma.

sabato 15 aprile 2006

Monaco

Una tarde de lluvia en Monaco, o Montecarlo, que al fin y al cabo es lo mismoMonaco es como Andorra: una isla de contrabando en medio de un estado. El paso de Francia a Monaco es imperceptible, quizás una esquina, un semáforo, algo que no supimos bien. A la salida fue más claro porque siguiendo la carretera había que pasar un túnel, y eso parecía indicar el cambio. Desde la parte alta, la ciudad es realmente pintoresca. Y el clima de ese día le daba un toque especial, con las nubes cubriendo los bosques y casas más altas en el cerro. Había continuas indicaciones al Casino, pero no las seguimos: si voy a una ciudad, no voy a ver casinos ni cosas por el estilo. Pareciera un lugar de visita obligado.

Vista del puerto jet-set de MonacoPero Monaco inevitablemente me hace pensar en el jet-set, ese mundo de mentiras y vividores, lavado de dinero del narcotráfico, armas, y cuanta mierda hay en este mundo. Nunca vi tantos coches deportivos circulando por las calles en un solo lugar: ferraris, porches, lanborghinis, rolls-roices. El lujo como un símbolo de que todo vale, de que los malos siempre triunfan, de que la historia lavó el pasado de una familia de piratas como los Grimaldi y hoy en día tienen su propio estado, el casino hace soñar a los turistas y mostrarse a los ricos del mundo. Monaco de las mentiras, puerto privado para los robos contemporáneos y si algo se ve, que sea el lujo. Me alegré de no vivir allí.

samedi 15 avril 2006

Nice

Callecita peatonal de NiceLas calles de Nice son una sorpresa, pero una sorpresa conocida. Como si siempre hubiera vivido ahí. O quizás como si alguna vez, en tantas idas y venidas por el Mediterráneo, me hubiera parado allí a descansar, quizás a vivir un tiempo. Los colores y ese acento dulzón que se habla en el sur. La curiosa historia del cañón, que cada mediodía "suena" (hasta hace algunas décadas se disparaba de verdad), porque así lo dictaminó un oficial británico durante una ocupación, para saber cuándo eran las doce del mediodía.

El sol colándose por las calles amarillasDetrás de un balcón se escondía una flor, aquella que me durmió en otro tiempo: calles de prostitutas y barcos, guerras y ataques piratas. El café es exquisito en Italia, pero las boulangeries francesas hacen las mejores facturas, el toque equilibrado entre pan y dulce. En los pequeños comercios de Nice se pueden encontrar ese toque especial, un perfume único y el detalle para que nuestra cocina sea nuestra. La sombra de las angostas calles me hacen soñar la posibilidad de intercambiar vidas con otros, ser por unos días un habitante más de Nice, subir esas escaleras húmedas hasta mi casa por ahí arriba, quizás trabajar en el mercado, o en uno de los tantos comercios. En una panadería o una heladería. Solo por unos días y cuando ya sepa cómo es, volver a viajar y cambiar de ciudad y volver a empezar, otra escalera, otra casa, una ventana a la siesta. Los colores de las paredes me recuerdan siempre que ese, ahí cerca, es el Mediterráneo.

Domingo de mercado en NiceLa magia de los mercados de domingo, también se manifiesta en Nice. Fue una suerte y la casualidad, pudimos ver todo el movimiento natural de una pequeña ciudad, sin artilugios para turistas, algo cada vez más difícil en el mundo actual. La variedad y riqueza de flores era infinita, y el juego de colores me permitió nadar entre los puestos haciendo fotos, con la ventaja de que la gente me ignoraba y no prestaba atención a lo que hacía, algo que en otros mercados no puedo hacer. En el mercado del domingo, la gente más allá de comerciar, juega. Cada cual en su rol pero de manera divertida, se aprecian las mínimas cosas, los gustos efímeros, el sol y las voces alegres. Para festejar eso, me tomé un helado que me ofreció una simpática morena.

dimanche 16 avril 2006

Destino en la noche

Entrada desde la autopista a Granollers, muy cerca de casaLa noche. Esa sombra cálida que tanto me calma, ese silencio que me acaricia y me duerme, una sirena pálida con dedos de plata.

Llegar en la noche tiene la esperanza del hogar cerrado, donde el tiempo se detuvo hace apenas unos días, cuando partimos. La casa en su mutismo parece sonreirnos, las cosas en su último sitio, la luz y los bolsos, cuatro comentarios un tanto al azar porque el cansancio es mucho, quizás tomar una birra y acostarse en seguida a dormir, ya son más de las 10 de la noche y lo único que quiero es mi almohada.

Granollers se mueve con movimientos lentos, se desenvuelve y se enrosca nuevamente para su tranquila vida de oruga verde.

diumenge 16 abril 2006

Una línea entre dos puntos (mapa)

Una línea entre dos puntos se puede trazar de mil maneras diversas, del mismo modo que los ignorantes creemos que una partida de ajedrez se puede ganar de mil modos diferentes. Pero al igual que en el ajedrez, a medida que avanzamos las posibilidades se van restando, reduciendose a un par de opciones sobre el final del juego.

La primera intención de salir por la mañana temprano fue imposible, así que partimos desde Vicenza poco antes del mediodía hacia Milano.

Aunque muchas veces consideré una banalidad el tema del auto, ahora recordaba su pequeño toque de aventura, incluso de magia. El hombre y la máquina combinados, para moverse por las distancias, cruzar los campos, regiones, países. Recorrer el norte italiano para mí significaba mucho, porque lo quiera o no, una parte de mis raíces vienen de ahí. Como, vaya casualidad, la de unos cuantos de mis amigos y amigas de Argentina.

Después de bordear Milano, pocos después pasamos por la región de donde es mi apellido, a escasos kilómetros de Cassolnovo, el pueblo natal de mi abuelo Marcello Alessandro Lavatelli. Pueblito que ya tuve la oportunidad de conocer una vez hace años. Son emociones silenciosas, pensamientos que atraviesan mi mente y que no puedo compartir con nadie, porque a nadie interesan. Me imagino a mi abuelo como si fuera yo mismo, ochenta años atrás, sin carreteras ni automóviles, soñando con cruzar el charco y buscar el futuro en otro lado, en aquella lejana Argentina donde todos iban...

Después de Lombardía, siguen Piemonte y Liguria. Para atravesar esta región hay que evitar caer en Genova, en la costa, porque hay una autopista que va derecho a la capital xeneise. Son varios kilómetros de continuas curvas en descenso, algo bastante agotador para conducir. Siguiendo las indicaciones de mi hermano y los mapas, logramos evitar ese tramo a Genova y nos dirigimos hacia la costa de Francia.

Cuando van pasando las horas hay que pensar donde pasaremos la noche, porque el tramo es largo para hacerlo de un tirón. Son 1200 km entre Vicenza y Granollers. La opción de dormir del lado italiano es en Ventimiglia, ciudad fronteriza sin ningún atractivo en particular. Y sino pasar la noche en alguna población de Francia. Como Monaco estaba tan cerca, y poco después Nice, optamos por seguir camino y la noche sería una noche francesa.

Después de una larga caminata, subir o bajar una montaña (nunca supe cómo fue) y un paseo por el puerto y el centro de Montecarlo, volvimos al auto, porque con toda seguridad no sería allí donde pasaríamos la noche.

Seguimos rumbo a Nice, y allí sí, desde que llegamos la ciudad nos sonrió muy francesamente y supimos que sería ahí. Como por arte de magia encontramos un lugar donde estacionar el auto en pleno parque del centro, y a veinte metros de ahí un hotel que por 40 euros la noche nos dio una cama, una ducha y una gente muy amable y cordial; mi ideal de hotel, parecían una familia. Yo estaba cansado, hacía años que no manejaba tanto. Pero de todas maneras salimos a dar un paseo, comimos por ahí y volvimos al hotel, porque la llovizna empezaba a molestar.

Por la mañana salimos a desayunar, recorrimos el mercado del domingo un buen rato, y después volvimos porque las horas cuentan cuando el camino es largo. Francia nos despedía con una sonrisa, en ese punto de la geografía que era el centro casi exacto del trayecto, con la sensación de "a este lugar tenemos que volver".

Siguiendo nuestra ruta, pero buscando una carretera provincial paralela a la carísima autopista, nos perdimos y terminamos recorriendo la costa cercana a Saint Troupé. Esas casualidades que tienen la parte molesta del tiempo perdido y el camino difícil repleto de curvas por barrancos que bordean el mar, pero con unas vistas espectaculares de la costa mediterránea, unos lugares perdidos y aún no invadidos por el turismo, más allá de los propios habitantes de las zonas cercanas. Era como si fuéramos uno más del lugar, porque solo algunos escasos autos o motos pasaban por ahí, gente que iba a alguna playa cercana. Y el mar verde, azul, verde, blanco.

Finalmente tornamos a la autopista, porque aunque había que pagar demasiado para recorrerla, al menos era más rápida y segura. Pensamos la posibilidad de parar en Marsella para conocerla, la ciudad de tantas películas con Alain Delon, Jean Paul Belmondo, Jean Gabin. Ciudad de mafias y tráficos diversos, una más en el Mediterráneo infinito. Pero el cansancio se acumula, el gasto del viaje ya se hizo más alto de lo que calculamos, así que lo dejamos para otra oportunidad.

Homenaje en Nice a los caídos durante la 1º guerra mundial: sorprendentemente para mí, ignorante de la historia de las migraciones, gran parte de los apellidos son de origen italianoCon la noche llega la proximidad, las primeras voces en català en las paradas de autopista, los coches que empiezan a ir más veloces, peligrosamente veloces. Comemos algo en un puesto de la autopista que parece de película de misterio. No hay nadie. Una especie de macdonald vacío con una mujer barriendo. Ya es de noche y llueve. Poco más de una hora y llegaremos a casa, me acostaré y trataré de dejar de pensar en luces, frenos y camiones. En tierras de invasiones, piratas y el mar azul que todo lo une.


Foto a la derecha: placa recordatoria en Nice a los caídos durante la 1º guerra mundial: sorprendentemente para mí, ignorante de la historia de las migraciones, gran parte de los apellidos son de origen italiano.